6. Discurso-del-Papa-en-el-penal-de-Palmasola

13.07.2015 10:03

VISITA AL CENTRO DE REHABILITACIÓN SANTA CRUZ -
PALMASOLA
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)
Viernes 10 de julio de 2015
[Multimedia]

 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
No podía dejar Bolivia sin venir a verlos, sin dejar de compartir la fe
y la esperanza que nace del amor entregado en la cruz. Gracias por
recibirme. Sé que se han preparado y rezado por mí. Muchas
gracias.
En las palabras de Mons. Jesús Juárez y en el testimonio de los
hermanos que han intervenido he podido comprobar cómo el dolor
no es capaz de apagar la esperanza en lo más profundo del
corazón, y que la vida sigue brotando con fuerza en circunstancias
adversas.
¿Quién está ante ustedes?, podrían preguntarse. Me gustaría
responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una
certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante ustedes
es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus
muchos pecados. Y es así es como me presento. No tengo mucho
más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí
quiero dárselo, sí quiero compartirlo: es Jesús,  Jesucristo, la
misericordia del Padre.
Él vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por
nosotros. Por vos, por vos, por vos, por mí. Un amor activo, real. Un
amor que tomó en serio la realidad de los suyos. Un amor que sana,
perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve dignidad.
Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas.
Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para
devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su
fuerza de dignidad.
Me viene a la memoria una experiencia que nos puede ayudar:
Pedro y Pablo, discípulos de Jesús también estuvieron presos.
También fueron privados de la libertad. En esa circunstancia hubo
algo que los sostuvo, algo que no los dejó caer en la desesperación,
que no los dejó caer en la oscuridad que puede brotar del sin
sentido. Y fue la oración. Fue orar. Oración personal y comunitaria.
Ellos rezaron y por ellos rezaban. Dos movimientos, dos acciones
que generan entre sí una red que sostiene la vida y la esperanza.
Nos sostiene de la desesperanza y nos estimula a seguir
caminando. Una red que va sosteniendo la vida, la de ustedes y la
de sus familias. Vos hablabas de tu madre [Dirigiéndose a la
persona que ha dado su testimonio al principio]. La oración de las
madres, la oración de las esposas, la oración de los hijos, y la de
ustedes: eso es una red, que va llevando adelante la vida.
Porque cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su
pasado sino que comienza a mirar el presente de otra manera, con
otra esperanza. Uno comienza a mirar con otros ojos su propia
persona, su propia realidad. No queda anclado en lo que sucedió,
sino que es capaz de llorar y encontrar ahí la fuerza para volver a
empezar. Y si en algún momento estamos tristes, estamos mal,
bajoneados, los invito a mirar el rostro de Jesús crucificado. En su
mirada, todos podemos encontrar espacio.  Todos podemos poner
junto a Él nuestras heridas, nuestros dolores, así como también
nuestros errores, nuestros pecados, tantas cosas en las que nos
podemos haber equivocado. En las llagas de Jesús encuentran
lugar nuestras llagas. Porque todos estamos llagados, de una u otra
manera. Y llevar nuestras llagas a las llagas de Jesús. ¿Para qué?
Para ser curadas, lavadas, transformadas, resucitadas. El murió por
vos, por mí, para darnos su mano y levantarnos. Charlen, charlen
con los curas que vienen, charlen. Charlen con los hermanos y las
hermanas que vienen, charlen. Charlen con todos los que vienen a
hablarles de Jesús. Jesús quiere levantarlos siempre.
Y esta certeza nos moviliza a trabajar por nuestra dignidad.
Reclusión no es lo mismo que exclusión –que quede claro–, porque
la reclusión forma parte de un proceso de reinserción en la
sociedad. Son muchos los elementos que juegan en su contra en
este lugar –lo sé bien, y vos mencionaste algunos con mucha
claridad [Dirigiéndose de nuevo a la persona que ha dado su
testimonio al principio]–:  el hacinamiento, la lentitud de la justicia, la
falta de terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la
violencia, la carencia de facilidades de estudios universitarios, lo
cual hace necesaria una rápida y eficaz alianza interinstitucional
para encontrar respuestas.
Sin embargo, mientras se lucha por eso, no podemos dar todo por
perdido. Hay cosas que hoy podemos hacer.
Aquí, en este Centro de Rehabilitación, la convivencia depende en
parte de ustedes. El sufrimiento y la privación pueden volver nuestro
corazón egoísta y dar lugar a enfrentamientos, pero también
tenemos la capacidad de convertirlo en ocasión de auténtica
fraternidad. Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo a ayudarse
entre ustedes. El demonio busca la pelea, busca la rivalidad, la
división, los bandos. No le hagan el juego. Luchen por salir adelante
unidos.
Me gustaría pedirles también que lleven mi saludo a sus familias .
Algunas están aquí. ¡Es tan importante la presencia y la ayuda de la
familia! Los abuelos, el padre, la madre, los hermanos, la pareja, los
hijos. Nos recuerdan que merece la pena vivir y luchar por un
mundo mejor.
Por último, una palabra de aliento a todos los que trabajan en este
Centro: a sus dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a
todo el personal. Ustedes cumplen un servicio público y
fundamental. Tienen una importante tarea en este proceso de
reinserción. Tarea de levantar y no rebajar; de dignificar y no
humillar; de animar y no afligir. Este proceso pide dejar una lógica
de buenos y malos para pasar a una lógica centrada en ayudar a la
persona. Y esta lógica de ayudar a la persona los va a salvar a
ustedes de todo tipo de corrupción y mejorará las condiciones para
todos. Ya que un proceso así vivido nos dignifica, nos anima y nos
levanta a todos.
Antes de darles la bendición me gustaría que rezáramos un rato en
silencio, en silencio cada uno desde su corazón. Cada uno sepa
cómo hacerlo...
Por favor, les pido que sigan rezando por mí, porque yo también
tengo mis errores y debo hacer penitencia. Muchas gracias.
Y que Dios nuestro Padre mire nuestro corazón, y que Dios nuestro
Padre, que nos quiere, nos dé su fuerza, su paciencia, su ternura de
Padre, nos bendiga. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Y no se olviden de rezar por mí. Gracias.