3. Homilia-del-papa-en-la-misa-en-Santa-Cruz

13.07.2015 09:54

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A ECUADOR, BOLIVIA Y PARAGUAY  
(5-13 DE JULIO DE 2015)
SANTA MISA EN LA PLAZA DE CRISTO REDENTOR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia
Jueves 9 de julio de 2015



 
Hemos venido desde distintos lugares, regiones, poblados, para
celebrar la presencia viva de Dios entre nosotros. Salimos hace
horas de nuestras casas y comunidades para poder estar juntos,
como Pueblo Santo de Dios. La cruz y la imagen de la misión nos
traen el recuerdo de todas las comunidades que han nacido en el
nombre de Jesús en estas tierras, de las cuales nosotros somos sus
herederos.
En el Evangelio que acabamos de escuchar se nos describía una
situación bastante similar a la que estamos viviendo ahora. Al igual
que esas cuatro mil personas, estamos nosotros queriendo
escuchar la Palabra de Jesús y recibir su vida. Ellos ayer y nosotros
hoy junto al Maestro, Pan de vida.
Me conmuevo cuando veo a muchas madres cargando a sus hijos
en las espaldas. Como lo hacen aquí tantas de ustedes. Llevando
sobre sí la vida y el futuro de su gente. Llevando sus motivos de
alegría, sus esperanzas. Llevando la bendición de la tierra en los
frutos. Llevando el trabajo realizado por sus manos. Manos que han
labrado el presente y tejerán las ilusiones del mañana. Pero
también cargando sobre sus hombros desilusiones, tristezas y
amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de
una justicia no realizada. Cargando sobre sí el gozo y el dolor de
una tierra. Ustedes llevan sobre sí la memoria de su pueblo. Porque
los pueblos tienen memoria, una memoria que pasa de generación
en generación, los pueblos tienen una memoria en camino.
Y no son pocas las veces que experimentamos el cansancio de este
camino. No son pocas las veces que faltan las fuerzas para
mantener viva la esperanza. Cuántas veces vivimos situaciones que
pretenden anestesiarnos la memoria y así se debilita la esperanza y
se van perdiendo los motivos de alegría. Y comienza a ganarnos
una tristeza que se vuelve individualista, que nos hace perder la
memoria de pueblo amado, de pueblo elegido. Y esa pérdida nos
disgrega, hace que nos cerremos a los demás, especialmente a los
más pobres.
A nosotros nos puede suceder lo que a los discípulos de ayer,
cuando vieron esa cantidad de gente que estaba ahí. Le piden a
Jesús que los despida: “Mandálos a casa”, ya que es imposible
alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre en el
mundo podemos decir: “Perdón, no nos dan los números, no nos
cierran las cuentas”. Es imposible enfrentar estas situaciones,
entonces la desesperación termina ganándonos el corazón.
En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica
que pretende imponerse en el mundo, en todo el mundo, en
nuestros días. Una lógica que busca transformar todo en objeto de
cambio, todo en objeto de consumo, todo negociable. Una lógica
que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos
aquellos que no «producen», que no se los considera aptos o
dignos porque aparentemente «no nos dan los números». Y Jesús,
una vez más, vuelve a hablarnos y nos dice: “No, no, no es
necesario excluirlos, no es necesario que se vayan, denles ustedes
de comer”.
Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: “No es
necesario excluir a nadie. No es necesario que nadie se vaya, basta
de descartes, denles ustedes de comer”. Jesús nos lo sigue
diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de
comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que
siempre “corta el hilo” por el más débil, por el más necesitado.
Tomando “la posta” Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el
camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos
peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo
compartan con los demás. Y este es el camino del milagro.
Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres
acciones, logra transformar una lógica del descarte en una lógica de
comunión, en una lógica de comunidad. Quisiera subrayar
brevemente cada una de estas acciones.
Toma. El punto de partida es tomar muy en serio la vida de los
suyos. Los mira a los ojos y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve
en esas miradas lo que late y lo que ha dejado de latir en la
memoria y el corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora.
Valoriza todo lo bueno que pueden aportar, todo lo bueno desde
donde se puede construir. Pero no habla de los objetos, o de los
bienes culturales, o de las ideas; sino habla de las personas. La
riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente,
se mide en sus ancianos que logran transmitir su sabiduría y la
memoria de su pueblo a los más pequeños. Jesús nunca se saltea
la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para
aportar y compartir. Toma todo como viene.
Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en los
cielos. Sabe que estos dones son un regalo de Dios. Por eso, no los
trata como “cualquier cosa” ya que toda vida, toda esa vida, es fruto
del amor misericordioso. Él lo reconoce. Va más allá de la simple
apariencia, y en este gesto de bendecir y alabar, pide a su Padre el
don del Espíritu Santo. El bendecir tiene esa doble mirada, por un
lado agradecer y por el otro poder transformar. Es reconocer que la
vida siempre es un don, un regalo que puesto en las manos de
Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos
quita nada, todo lo multiplica.
Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y
no existe una bendición que no sea una entrega. La bendición
siempre es misión, tiene un destino, compartir, el condividir lo que
se ha recibido, ya que sólo en la entrega, en el com-partir es
cuando las personas encontramos la fuente de la alegría y la
experiencia de salvación. Una entrega que quiere reconstruir la
memoria de pueblo santo, de pueblo invitado a ser y a llevar la
alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir
al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud
que tiene hambre. Y podemos imaginarnos, podemos imaginar
ahora cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces
hasta llegar a los más alejados. Jesús logra generar una corriente
entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo
en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse,
increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria
tomada, una memoria bendecida, una memoria entregada siempre
sacia al pueblo.
La Eucaristía es el «Pan partido para la vida del mundo», como dice
el lema del V Congreso Eucarístico que hoy inauguramos y tendrá
lugar en Tarija. Es Sacramento de comunión, que nos hace salir del
individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de
lo que tenemos, de lo que somos, que si es tomado, si es
bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de
su amor, se convierte en pan de vida para los demás.
Y la Iglesia celebra la Eucaristía, celebra la memoria del Señor, el
sacrificio del Señor. Porque la Iglesia es comunidad memoriosa. Por
eso fiel al mandato del Señor, dice una y otra vez: «Hagan esto en
memoria mía» (Lc 22,19) Actualiza, hace real, generación tras
generación, en los distintos rincones de nuestra tierra, el misterio
del Pan de vida. Nos lo hace presente, nos lo entrega. Jesús quiere
que participemos de su vida y a través nuestro se vaya
multiplicando en nuestra sociedad. No somos personas aisladas,
separadas, sino somos el Pueblo de la memoria actualizada y
siempre entregada.
Una vida memoriosa necesita de los demás, del intercambio, del
encuentro, de una solidaridad real que sea capaz de entrar en la
lógica del tomar, bendecir y entregar en la lógica del amor.
María, al igual que muchas de ustedes llevó sobre sí la memoria de
su pueblo, la vida de su Hijo, y experimentó en sí misma la
grandeza de Dios, proclamando con júbilo que Él «colma de bienes
a los hambrientos» (Lc 1,53), que Ella sea hoy nuestro ejemplo para
confiar en la bondad del Señor, que hace obras grandes con poca
cosa, con la humildad de sus siervos. Que así sea.