2. Discurso-del-papa-en-la-Catedral-de-La-Paz

13.07.2015 09:49

ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES CIVILES
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Hermano Presidente,
Catedral de La Paz, Bolivia
Miércoles 8 de julio de 2015
Hermanos y hermanas:
Me alegro de este encuentro con ustedes, autoridades políticas y
civiles de Bolivia, miembros del Cuerpo diplomático y personas
relevantes del mundo de la cultura y del voluntariado. Agradezco a
mi hermano Edmundo Abastoflor, Arzobispo de esta Iglesia de la
Paz, su amable bienvenida. Les ruego que me permitan cooperar,
alentando con algunas palabras, la tarea de cada uno de ustedes, la
que ya realizan. Y les agradezco la cooperación que ustedes, con
su testimonio de calurosa acogida, me dan a mí para que yo pueda
seguir adelante. Muchas gracias.
Cada uno a su manera, todos los aquí presentes compartimos la
vocación de trabajar por el bien común. Ya hace 50 años, elConcilio
Vaticano II definía el bien común como «el conjunto de condiciones
de la vida social que hacen posible a los grupos y a cada uno de
sus miembros conseguir más plena y fácilmente de la propia
perfección»; gracias a ustedes por aspirar –desde su rol y misión–
para que las personas y la sociedad se desarrollen, alcancen su
perfección. Estoy seguro de sus búsquedas de lo bello, lo
verdadero, lo bueno en este afán por el bien común. Que este
esfuerzo ayude siempre a crecer en un mayor respeto a la persona
humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables
ordenados a su desarrollo integral, a la paz social, es decir, la
estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin
una atención particular a la justicia distributiva (cf. Enc. Laudato si’,
157). Que la riqueza se distribuya, dicho sencillamente.
En el trayecto hacia la catedral, desde el aeropuerto, he podido
admirarme de las cumbres del Hayna Potosí y del Illimani, de ese
«cerro joven» y de aquel que indica «el lugar por donde sale el sol».
También he visto cómo de manera artesanal muchas casas y
barrios se confundían con las laderas y me he maravillado de
algunas obras de su arquitectura. El ambiente natural y el ambiente
social, político y económico están íntimamente relacionados. Nos
urge poner las bases de una ecología integral –es problema de
salud– una ecología integral que incorpore claramente todas las
dimensiones humanas en la resolución de las graves cuestiones
socioambientales de nuestros días – si no los glaciares de esos
mismos montes seguirán retrocediendo – y la lógica de la
recepción, la conciencia del mundo que queremos dejar a los que
nos sucedan, su orientación general, su sentido, sus valores
también se derretirán como esos hielos (cf. ibid., 159-160). Y de
esto hay que tomar conciencia. Ecología integral – y me arriesgo–
supone ecología de la madre tierra, cuidar la madre tierra; ecología
humana, cuidarnos entre nosotros; y ecología social, forzada la
palabra.
Como todo está relacionado, nos necesitamos unos a otros. Si la
política se deja dominar por la especulación financiera o la
economía se rige únicamente por el paradigma tecnocrático y
utilitarista de la máxima producción, no podrán ni siquiera
comprender, y menos aún resolver, los grandes problemas que
afectan a la humanidad. Es necesaria también la cultura, de la que
forma parte no solo el desarrollo de la capacidad intelectual del ser
humano en las ciencias y de la capacidad de generar belleza en las
artes, sino también las tradiciones populares locales –eso también
es cultura– con su particular sensibilidad al medio de donde han
surgido y del que han salido, al medio que le da sentido. Se
requiere de igual forma una educación ética y moral, que cultive
actitudes de solidaridad y corresponsabilidad entre las personas.
Debemos reconocer el papel específico de las religiones en el
desarrollo de la cultura y los beneficios que puedan aportar a la
sociedad. Los cristianos, en particular, como discípulos de la Buena
Noticia, somos portadores de un mensaje de salvación que tiene en
sí mismo la capacidad de ennoblecer a las personas, de inspirar
grandes ideales capaces de impulsar líneas de acción que vayan
más allá del interés individual, posibilitando la capacidad de
renuncia en favor de los demás, la sobriedad y las demás virtudes
que nos contienen y nos unen. Esas virtudes que en vuestra cultura
tan sencillamente se expresan en esos tres mandamientos: no
mentir, no robar y no ser flojo.
Pero debemos estar alerta pues muy fácilmente nos habituamos al
ambiente de inequidad que nos rodea, que nos volvemos
insensibles a sus manifestaciones. Y así confundimos sin darnos
cuenta el «bien común» con el «bien-estar», y ahí se va resbalando
de a poquito, de a poquito, y el ideal del bien común, como que se
va perdiendo, termina en el bienestar, sobre todo cuando somos
nosotros los que lo disfrutamos y no los otros. El bienestar que se
refiere solo a la abundancia material tiende a ser egoísta, tiende a
defender los intereses de parte, a no pensar en los demás, y a
dejarse llevar por la tentación del consumismo. Así entendido, el
bienestar, en vez de ayudar, incuba posibles conflictos y
disgregación social; instalado como la perspectiva dominante,
genera el mal de la corrupción que cuánto desalienta y tanto mal
hace. El bien común, en cambio, es algo más que la suma de
intereses individuales; es un pasar de lo que «es mejor para mí» a
lo que «es mejor para todos», e incluye todo aquello que da
cohesión a un pueblo: metas comunes, valores compartidos, ideales
que ayudan a levantar la mirada, más allá de los horizontes
particulares.
Los diferentes agentes sociales tienen la responsabilidad de
contribuir a la construcción de la unidad y el desarrollo de la
sociedad. La libertad siempre es el mejor ámbito para que los
pensadores, las asociaciones ciudadanas, los medios de
comunicación desarrollen su función, con pasión y creatividad, al
servicio del bien común. También los cristianos, llamados a ser
fermento en el pueblo, aportan su propio mensaje a la sociedad. La
luz del Evangelio de Cristo no es propiedad de la Iglesia; ella es su
servidora: la Iglesia debe servir al Evangelio de Cristo para que
llegue hasta los extremos del mundo. La fe es una luz que no
encandila; las ideologías encandilan, la fe no encandila, la fe es una
luz que no obnubila, sino que alumbra y guía con respeto la
conciencia y la historia de cada persona y de cada convivencia
humana. Respeto. El cristianismo ha tenido un papel importante en
la formación de la identidad del pueblo boliviano. La libertad
religiosa –como es acuñada habitualmente esa expresión en el
fuero civil– es quien también nos recuerda que la fe no puede
reducirse al ámbito puramente subjetivo. No es una subcultura.
Será nuestro desafío alentar y favorecer que germinen la
espiritualidad y el compromiso de la fe, el compromiso cristiano en
obras sociales, en extender el bien común, a través de las obras
sociales.
Entre los diversos actores sociales, quisiera destacar la familia,
amenazada en todas partes, por tantos factores, por la violencia
doméstica, el alcoholismo, el machismo, la drogadicción, la falta de
trabajo, la inseguridad ciudadana, el abandono de los ancianos, los
niños de la calle y recibiendo pseudo-soluciones desde perspectivas
que no son saludables a la familia sino que provienen claramente
de colonizaciones ideológicas. Son tantos los problemas sociales
que resuelve la familia, y las resuelve en silencio, son tantos, que
no promover la familia es dejar desamparados a los más
desprotegidos.
Una nación que busca el bien común no se puede cerrar en sí
misma; las redes de relaciones afianzan a las sociedades. El
problema de la inmigración en nuestros días nos lo demuestra. El
desarrollo de la diplomacia con los países del entorno, que evite los
conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y
abierto de los problemas, hoy es indispensable. Y estoy pensando
acá, en el mar: diálogo, es indispensable. Construir puentes en vez
de levantar muros. Construir puentes en vez de levantar muros.
Todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones
compartidas, tienen soluciones razonables, equitativas y duraderas.
Y, en todo caso, nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o
enemistad que agravan más la situación y hacen más difícil su
resolución.
Bolivia transita un momento histórico: la política, el mundo de la
cultura, las religiones son parte de este hermoso desafío de la
unidad. En esta tierra donde la explotación, la avaricia y múltiples
egoísmos y perspectivas sectarias han dado sombra a su historia,
hoy puede ser el tiempo de la integración. Y hay que caminar ese
camino. Hoy Bolivia puede crear, es capaz de crear con su riqueza
nuevas síntesis culturales. ¡Qué hermosos son los países que
superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que
hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindos
cuando están llenos de espacios que conectan, relacionan,
favorecen el reconocimiento del otro! (cf. Evangelii gaudium, 210).
Bolivia, en la integración y en su búsqueda de la unidad, está
llamada a ser «esa multiforme armonía que atrae» (ibid., 117), y
que atrae en el camino hacia la consolidación de la patria grande.
Muchas gracias por su atención. Pido al Señor que Bolivia, «esta
tierra inocente y hermosa» siga progresando cada vez más para
que sea esa «patria feliz donde el hombre vive el bien de la dicha y
la paz». Que la Virgen santa los cuide y el Señor los bendiga
abundantemente. Y por favor, por favor les pido, que no se olviden
rezar por mí. Muchas gracias.